viernes, 18 de septiembre de 2009

Anticonceptivos y cambio climático en los países pobres

Hoy publica la prensa que la revista médica “The Lancet” afirma lo siguiente: “los países en vías de desarrollo, que son los menos responsables de las emisiones que calientan el planeta, son en cambio quienes más sufrirán el impacto en la salud de esta alteración del clima. El rápido crecimiento de población en esos lugares aumenta aún más su vulnerabilidad”. Por lo tanto –señalan-, si se puede controlar la demografía, además de mejorar la salud se reducirá la presión que el exceso poblacional ejerce sobre el medio ambiente y, en consecuencia, se estará luchando contra el cambio climático. Para ello, proponen la utilización de los anticonceptivos como método necesario y urgente.
Como resulta complejo rebatir a los “expertos”, muchos nos creemos que la manera de ayudar a los países en vías de desarrollo es trasladándoles nuestro propio modelo; y como nos parece que estos países no logran hacerlo por sí mismos, nosotros debemos ocuparnos por ellos. No nos engañemos: lo que nos importa, no es lo que les suceda o pueda seguir sucediéndoles a ellos, sino lo que nos ocurra a nosotros. Como siempre, tan filantrópicos…
Trabajo en una ONG y me gustaría arrojar algo de luz sobre el “tópico” de considerar el aumento de la población como causa del subdesarrollo. Es más, en los países donde verdaderamente hay signos de crisis por la drástica disminución de la natalidad es en los países desarrollados. Parece mentira que queramos dar lecciones sobre este tema, cuando nuestras políticas de planificación familiar y “salud reproductiva” nos están dando tantísimos problemas. Analicemos más bien qué nos ocurre a nosotros, antes de transportar el mismo problema a los países en vías de desarrollo.
Si abordamos el tema desde el punto de vista económico, no se puede ocultar que la disminución de los nacimientos en muchos países -a veces por debajo del llamado « índice de reemplazo generacional »- trae consigo innumerables problemas: pone en crisis a los sistemas de asistencia social, aumenta los costes, merma la reserva del ahorro y, consiguientemente, los recursos financieros necesarios para las inversiones, reduce la disponibilidad de trabajadores cualificados y disminuye la reserva de « cerebros » a los que recurrir para las necesidades de la nación. Además, las familias pequeñas, o muy pequeñas a veces, corren el riesgo de empobrecer las relaciones sociales y de no asegurar formas eficaces de solidaridad. Son situaciones que presentan síntomas de escasa confianza en el futuro y de fatiga moral. Y esto es un problema crucial patente para las sociedades del bienestar.
Pero además, desde una perspectiva humana y social, no se tiene en cuenta la centralidad del matrimonio y la familia en la configuración de sociedades sanas, ni se habla de una adecuada educación sexual entre la población –empezando por los jóvenes-. La sexualidad no puede reducirse a un mero hecho hedonista y lúdico, ni la educación sexual se puede limitar a una instrucción técnica, con la única preocupación de proteger a los interesados de eventuales contagios o del « riesgo » de procrear. Esto equivaldría a empobrecer y descuidar el significado profundo de la sexualidad, que debe ser en cambio reconocido y asumido con responsabilidad por la persona y la comunidad. En ambos casos se trata de concepciones y políticas materialistas, en las que las personas acaban padeciendo diversas formas de violencia. Con este modo de proceder se anula la competencia primordial que en este campo tienen las familias respecto del Estado y sus políticas restrictivas, así como una adecuada educación de los padres. Es una pena no descubrir que una apertura moralmente responsable a la vida es una riqueza social y económica. Y desde ahí, preocuparnos por el cambio climático (no al revés), pues aunque el clima es esencial en la vida del hombre, éste no puede destruirse a sí mismo pensando en salvar el clima. Hemos de buscar otras soluciones (que existen!) sin simplificaciones demagógicas debidas a intereses económicos. Sé que este es un tema complejo para abordar en un post, pero quería lanzar simplemente algunos puntos de reflexión.

Elisa

jueves, 10 de septiembre de 2009

Los libros no son sólo para el verano

La mayoría acabamos de regresar de nuestras vacaciones y seguro hemos devorado algún que otro libro. Quiero traer el tema de la lectura al blog porque siempre –no sólo en vacaciones- vale la pena tener entre manos uno o dos buenos títulos. En mi caso los dejo en la mesita de noche y así son un reclamo para robar algún rato libre al tiempo.
Existe un círculo inevitable entre leer-escribir-pensar. ¿Sabéis que España somos el 5º país de la Unión Europea en producción de libros?. Pues al mismo tiempo somos el último en hábitos lectores: el 50% de los españoles leemos sólo 1 libro al año. Así se comprende que pensemos, en general, con una “calidad” tan baja; es decir, no pensamos y así nos luce el pelo.
Leer de manera habitual no sólo mejora la propia cultura personal sino que ayuda a ampliar conocimientos, encontrar respuestas a las cuestiones importantes, enriquece el vocabulario, facilita la amistad, ayuda a mantener el interés de muchas conversaciones, ofrece respuestas… y en definitiva –siempre que elijamos bien- es indudablemente una auto-recompensa.

Os quiero hablar de uno de mis libros del verano: El sari Rojo. El protagonismo de la novela lo comparten tres figuras –dos de ellas mujeres- unidas por una nota común: su inicial despego de la política, en contraposición con la conciencia de no poder escapar a ella. Tal es el peso de la familia Nehru y del apellido Gandhi entre el pueblo indio (recordemos que Indira no era pariente del Mahatma sino hija de Nehru, pero modificó levemente el apellido de su esposo en honor a aquel).
El autor –Javier Moro- alterna las vicisitudes políticas de la India desde mediados del siglo XX a la actualidad, con la descripción del ambiente familiar en casa de los Gandhi. También destaca el esfuerzo de toda la saga familiar por conservar la unidad de este multicultural país por encima de los enfrentamientos étnicos y religiosos, así como por lograr la modernización de la India y la erradicación de la pobreza. Moro ha hecho un importante esfuerzo de documentación histórico-ambiental, intercalando testimonios y diálogos interesantes que dan agilidad y frescura al texto, aunque indudablemente no deje de tener un matiz de “historia novelada”.

Haciendo honor al título de nuestro blog, quiero recomendaros la lectura de la vida de estas dos mujeres -Indira y Sonia Gandi- que me ha dejado perpleja. Ya me diréis qué os parece!.
Elisa

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Septiembre dulce


Miércoles 2 de septiembre, 10:00 de la mañana, un días más de un mes especial, cargado de optimismo y de ilusión, que nos impele a volver a empezar con ánimos renovados.

¿Cuántas veces al levantar la mirada puedes sentirte como si salieras del mar y te dieras cuenta de que la marea te ha alejado de tu toalla? La toalla pueden ser nuestros planes vitales, las decisiones tomadas, las metas anheladas; la marea, los obstáculos a nuestros planes, las concesiones permitidas que nos alejan de nuestros planes. Lo normal es volver a la toalla, pese a que redirigirnos hacia ella y caminar suponga esfuerzo. Sin embargo, en el día a día nos permitimos la licencia de quedarnos en toalla ajena, esto es, conformarnos con unos planes que no eran los deseados porque un esfuerzo se nos antoja desmesurado.

Organizando la vuelta al trabajo, me enfrento a batallas perseguidas y muchas veces perdidas, pero cuento con total seguridad con nuevas oportunidades. Este motivador inicio de septiembre no me lo planteo como el todo o nada, lo comienzo con ganas e ilusión, y si la marea me aleja de mi toalla sé que cualquier mes, día, hora, e incluso minuto es el momento perfecto para volver a comenzar y recomenzar. Retomar los proyectos soñados, los estudios paralizados, llegar con puntualidad al trabajo, llevar una vida saludable, acabar de leer esa novela que soporta el polvo de varias semanas, o tantas otras toallas abandonadas.

Quizá sea bueno pararse un instante cada día y alzar la mirada sobre el ajetreo diario y buscar la línea recta hacia nuestros objetivos, ilusiones y sueños, porque sólo si se sabe lo que se quiere es posible llegar a ello.

Cada día nos levantamos, duchamos, trabajamos o estudiamos, comemos, ………… ¿por qué no renovarse cada día, recomenzar cada día en las pequeñas o grandes batallas? SIEMPRE ES BUEN MOMENTO PARA VOLVER A EMPEZAR, ¿de verdad prefieres esperar al próximo lunes?

Como dice un buen amigo “No hay batallas perdidas, sino pequeñas etapas. Se pueden perder etapas, pero si se lucha, no la batalla.”

Mª Ángeles