domingo, 8 de marzo de 2009

Conmemorando el 8 de marzo

Hoy celebramos en todo el mundo el Día Internacional de la Mujer. El hecho de que esta conmemoración tenga dimensiones planetarias ofrece una oportunidad para que todos, mujeres y hombres, nos unamos en pro de una causa que concierne a la humanidad entera.

Quienes trabajamos por el desarrollo en los países más desfavorecidos, hablamos de la “perspectiva de género” como requisito para la ejecución de nuestros programas y proyectos. El término “género” introducido en la Conferencia de Pekín del año 1995 y de no fácil comprensión para muchos (por género veníamos entendiendo “masculino ó femenino”), significa en la práctica para nosotros la necesidad de integrar a las mujeres en cualquier proceso de desarrollo, pues resulta evidente que son ellas las principales generadoras de estabilidad y riqueza tanto en las familias como en sus comunidades, pero se enfrentan a multitud de problemas y discriminaciones que es preciso resolver. Actualmente, uno de los principios rectores esenciales de la labor de Naciones Unidas señala que no puede hallarse una solución duradera a los problemas sociales, económicos y políticos más acuciantes de la sociedad, sin la cabal participación y plena habilitación de las mujeres del mundo.

No obstante, aún estamos muy lejos de convertir este entendimiento común en práctica universal. En casi todos los países las mujeres siguen estando ausentes en la mayoría de los puestos de adopción de decisiones. El trabajo de la mujer es infravalorado, insuficientemente remunerado o no remunerado en absoluto. De los más de 100 millones de jóvenes que no asisten a la escuela, la mayoría son niñas. De los más de 800 millones de adultos analfabetos, la mayoría son mujeres.

Pero desearía ahora hacer también algunas reflexiones en torno a la igualdad. Es evidente que la lucha por la paridad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres debe seguir siendo una “guerra sin cuartel”, que en nuestro país incluso ha generado un Ministerio para aunar esfuerzos y medidas de todos los agentes sociales. Pero también se va percibiendo -en las sociedades occidentales- el auge de un neofeminismo que continúa luchando por la igualdad, pero sin omitir o desatender a la diversidad.

Tras los esfuerzos y logros conseguidos en las últimas décadas en favor de la tan traída y llevada conciliación –todavía insuficientes-, sería interesante proponer una presencia de la mujer que no esté centrada en liberarla de su propia manera de ser, sino dirigida a permitirle ser ella misma, es decir, a potenciar lo más propio y característico femenino. Cualquier esfuerzo encaminado a pretender la emancipación, debería luchar por despojarse de la manipulación a la que a veces nos vemos sometidas las mujeres: convertirnos en un producto social en lugar de conseguir que prevalezca nuestro ser original. Esta “resistencia” pienso que será la piedra de toque para la propia libertad de la mujer y para un verdadero desarrollo social.

Dicho de otro modo, desde mi punto de vista la «autoliberación» de la mujer no sólo ha de pretenderse por medio de una equiparación con el hombre. Vale la pena perseguir algo mucho más valioso y eficaz aunque quizás también más difícil: la autoaceptación de la mujer en su diferencia, es decir, su singularidad como mujer.

Einstein decía que “en tiempos de crisis, la imaginación va por encima del conocimiento”. Y creo que hay mucho de femenino en la imaginación. ¡Si tuviéramos más mujeres en los gobiernos, quizás las soluciones a la “crisis” llegarían antes!

Muchos todavía no han descubierto el gran potencial de la mujer, pero pienso que lo descubrirán más fácilmente por el peso de los hechos, que por verse empujados desde la ley. Las mujeres poseen algunas cualidades que unos denominan “riqueza interior”, otros “genio femenino” ó “especial sensibilidad”; términos todos por los que en definitiva se subraya que aportan valores personales al conjunto de la sociedad. No significa que esos mismos valores no los tengan los hombre –de hecho son muchos los poseedores de dichas cualidades- pero lo cierto es que constituyen algo innato en la mayoría de las mujeres. En el mundo de las ONG resulta clara la aportación femenina a todo tipo de tareas encaminadas al cuidado de las personas, sus derechos, discapacidades, valoración de las diferencias, etc. Las mujeres poseen el talento de descubrir a cada persona dentro de la masa, en medio del ajetreo del trabajo profesional o de las relaciones sociales; la capacidad para no olvidar que las personas son más importantes que las cosas; un saber romper el anonimato, escuchar a los demás, tomar en serio sus preocupaciones, buscar caminos con ellos. A una mujer sencilla le cuesta poco, normalmente, transmitir seguridad y crear una atmósfera en la que quienes la rodean puedan sentirse a gusto.

A todas estas mujeres que luchan por ser ellas mismas y contribuyen al verdadero desarrollo social y personal: ¡felicidades!

Elisa

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buen post, bien hilado y muy al hilo de lo que estamos viviendo en este momento.

Sigan por ese camino, enhorabuena!