jueves, 11 de diciembre de 2008

¿dan las compras la felicidad?

Leía la revista Vogue, noviembre de 2008, cuando me encontré un artículo que se preguntaba si daban las compras la felicidad. Páginas después, otro reportaje hablaba de los remordimientos femeninos. Curiosamente, los dos comenzaban citando la famosa película “Sexo en Nueva York”.


El primer artículo, que habla de la felicidad que dan las compras, extrae de la película la frase que corona el inicio del guión: “Las mujeres viajan a Nueva York en busca de las dos “ces”: chicos y compras”, y después comenta que su protagonista, Samantha Jones, viaja por las calles de la ciudad en busca de la felicidad, visa en mano, rodeada de corpulentos hombres uniformados. La conclusión del artículo es clara: las compras son un placer efímero y no son realmente la solución a nuestros problemas, aunque contribuyen a nuestro bienestar.

El segundo artículo, acerca del sentimiento de culpabilidad femenino, comenta que ninguna de las protagonistas del filme se libra de la asfixiante sensación de culpa, unas veces motivada por una compra innecesaria, otras, por pensar que no hace las cosas lo bien que debe, etc. Según este reportaje, las mujeres actuales tenemos el grave peligro de haber asumido como posible lo imposible: “mujeres todoterreno capaces de trabajar dentro y fuera de casa, tener una intensa vida social, ser madres perfectas, esposas perfectas y todo ello, por supuesto, sin dedicar demasiado tiempo a sí mismas para poder dedicarlo a los demás”.

Y, acerca del “darse a los demás”, explica: “a lo largo de la historia, las mujeres hemos sido educadas para agradar, dar y cuidar a los demás y aunque nuestro papel en la sociedad ha evolucionado mucho y se ha diversificado, nuestra función histórica sigue pesando”. Concluye diciendo que debemos liberarnos de la carga que supone el darnos a los demás, comenzando, primero, por evitar esos sentimientos de culpabilidad injustificados, puesto que no hacemos daño a nadie.

Trato de enlazar los dos artículos viendo que la mujer de hoy, que pretende ser todoterreno pero no lo es, al no lograr sus ambiciosos e inalcanzables objetivos, se auto-castiga moralmente, sufre y se siente mal. Y al final, como amortiguador de ese gran dolor, decide ir de compras. Mentiría si dijera que en ocasiones me he sentido culpable por cuestiones realmente absurdas, y que en las compras he hallado un alivio a mi sentimiento. Pero pienso que el enfoque de ambos artículos acaban enviándonos a las mujeres al abismo de lo ridículo.

Por una parte, pienso: es fantástico ir de compras. En realidad, comprar y vestirse constituye una expresión artística y, como tal, resulta fascinante. Pero las compras no dan la felicidad. Quizás ocupen un pequeño aspecto de lo que es la felicidad, pero no son la felicidad. La Felicidad es la meta de todo ser humano y, en nuestro modo de ir hacia ella, dependerá nuestro grado de satisfacción con la vida.

Personalmente, me siento mucho más feliz que con cien días de compras cuando alguno de mis sobrinos se alegra al verme y me da un beso espontáneo, sin que yo se lo pida. O cuando nos reunimos toda la familia por Navidad. También cuando a alguien querido le sucede algo bueno: una amiga se enamora y otra saca, tras años de estudios, las oposiciones. También, y aunque pueda parecer contradictorio, me siento feliz cuando una amiga tiene un problema y me lo cuenta, buscando consuelo o comprensión en mis palabras.

Debemos priorizar para salir de ese agujero negro que son los remordimientos. Darnos cuenta de dónde están nuestros límites, saber que nadie es perfecto… Y, sobre todo, la regla número uno para una buena vida: querer a los demás. Sí, esa “carga histórica” de las mujeres. Nuestro corazón es como una cajita que necesita ser rellenada. Si en ella metemos nuestro cariño hacia los demás, esa caja irá haciéndose cada vez más grande y bonita. Si en ella sólo somos capaces de meter nuestros caprichos y ambiciones, se hará pequeña, oscura y cada vez más difícil de abrir.

¿La Felicidad? En el Amor, sin duda.

Marta

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola tocaya, me ha encantado tu artículo!. A mí me chifla ir de compras -cuando puedo, claro- pero comparto totalmente lo que dices. Gracias por recordarlo precisamente ahora que viene este tiempo navideño en el que lo que propones es tan necesario...
Seguid escribiendo!

Anónimo dijo...

A mi me apasiona ir de compras, aunque reconozco que muchas veces me hace sentir culpable. Cuando compro algo, me produce una felicidad instantánea, y he de decir que muchas veces, cuando me he sentido mal por algo, me he refugiado en Zara, ese lugar donde nada malo puede pasarte (aparte de que no te llegue el dinero para comprarte un par de zapatos).

Lo admito, mi caso puede ser un poco extremo. Pero de ahí, a erradicar el darse a los demás, me parece absurdo. Hay que saber poner el freno, ser austera, compartir... son valores que parecen olvidados, por mi la primera!

Y, por supuesto, disfrutar de una buena jornada de shopping (aunque yo os aconsejaría esperar a las rebajas!!!).

Muy buen artículo!